20/1/13


La prueba de la calidad de las autoridades públicas


Por Alberto Haaz Díaz

La razón de ser de un gobierno es la sociedad. Por ello, para satisfacer cabalmente lo que la sociedad demanda y necesita, es necesario contar con información confiable de las demandas y necesidades de la sociedad, y consecuentemente: planear, presupuestar y tomar decisiones ejecutivas con la perspectiva de la sociedad, no sólo con la perspectiva de las autoridades públicas.

En este contexto, es indispensable tener un sistema democrático real basado en una auténtica separación de poderes, en donde ninguno de los poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) esté sujeto al otro, sino que prevalezca un esquema de colaboración corresponsable.

A la sociedad mexicana y de cada entidad federativa, lo que le importa del quehacer del gobierno son los resultados que obtenga, resultados que generen un valor significativo, evidente y cercano. Esos resultados en los hechos, no en los discursos, son en última instancia lo que justifica o descalifica a un gobierno.

Y en estos resultados que importan a la sociedad, ocupan un lugar preeminente los relativos al buen manejo de los recursos públicos, con honestidad, transparencia y eficiencia, así como los del cabal respeto a las instituciones, mismos que permitirán lograr la confianza de la sociedad en los actos de gobierno.

En la sociedad, las ciudadanas y los ciudadanos deben procurar mantenerse bien informados de los asuntos públicos, y participar de alguna forma cada quien en relación a las cosas que le afectan o interesan para contribuir así al mejor bienestar colectivo.  

Mal hacen las autoridades públicas cuando creen que nunca cometen errores y no escuchan la voz ciudadana o la menosprecian, lo cual se parece a lo que Montesquieu denominó “despotismo” (1).

Y cuando hay situaciones altamente críticas, en aspectos como el de las finanzas públicas que actualmente se observa en un gran número de gobiernos estatales y municipales de México, es cuando se pone a prueba la calidad de las autoridades públicas.

Deben saber buscar y encontrar las soluciones más idóneas atendiendo las condiciones enunciadas en párrafos anteriores.

Aquí recuerdo lo que una vez se dijo en un evento nacional sobre seguridad pública: “Si no pueden, renuncien”.

Los servidores públicos en dependencias y entidades paraestatales, así como en poderes legislativo y judicial, constituyen elementos relevantes para la calidad gubernamental.

Entre ellos hay personas que tienen alta responsabilidad en tareas de apoyo a la planeación y las tomas de decisiones de los titulares respectivos, y deben poseer las competencias profesionales necesarias para el óptimo desempeño que les corresponde: Si carecen de este requisito, se corre el riesgo de que no provean de la buena información y de los análisis de alternativas que necesitan los titulares para sus tomas de decisiones.

Es por ello que se necesita tener buenos sistemas de profesionalización en el servicio público de los gobiernos estatales, con la finalidad de  atraer, motivar, capacitar y retener a lo/as mejores hombres y mujeres en el Servicio Público, en virtud de sus capacidades y méritos, no por razones de lealtad o alineación con los intereses políticos de partidos en el poder.

Carecer de profesionalización ha sido una de las causas por las que se deteriora o no se logra la calidad gubernamental deseada por la sociedad.

Si se quiere que un gobierno tenga éxito sostenido, se requiere una nueva manera de concebirlo y visualizarlo, es decir, tener nuevos paradigmas para la reflexión, la acción y la transformación.  Esto es dejando atrás estilos de gestión gubernamental que han generado más problemas que soluciones duraderas para la sociedad a la que debe servir. Aferrarse a ellos sólo porque se sigue creyendo que son los mejores, puede provocar situaciones de crisis para la vida democrática y el bienestar en general de la sociedad respectiva.

Los paradigmas son sinónimos de modelos mentales, creencias, supuestos, ideas, mitos, juicios de valor, dogmas, patrones de conducta, teorías que de alguna forma son como lentes que nos permiten ver la realidad, de ahí la importancia de adoptar nuevos y abandonar los antiguos (2).

Vemos así que la calidad de las autoridades públicas es calificada por la sociedad a la que sirven o deben servir. Sin auténtica democracia y cabal cumplimiento de las responsabilidades que tienen a su cargo, con honestidad, eficiencia, transparencia y  rendición de cuentas, no es posible que obtengan buena calificación, esto es, que pasen satisfactoriamente la prueba de la calidad.


Sonora, México
Enero de 2013




(1) La voluntad y caprichos del gobernante privan sobre el orden legal y el interés de la sociedad.    

(2) Un paradigma es un conjunto de reglas (escritas o no) que establecen o definen límites, y que indican cómo comportarse dentro de los límites establecidos para tener éxito. La disciplina de manejar paradigmas es en sí misma una decisiva innovación en la construcción de gobiernos estratégicos o inteligentes.

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